La seguidilla de accidentes con autos en la avenida Aconquija, entre la madrugada del sábado y la mañana del domingo, que por fortuna no tuvieron víctimas que lamentar, son una muestra de la complejidad de la circulación urbana en Yerba Buena, que exige respuestas no convencionales. Esa ciudad, además de choques y tragedias que marcaron a su avenida histórica, tiene registros recientes de tremendos accidentes en la Perón, vía que concentra en estos tiempos la “movida”, a causa de la expansión hacia el norte de negocios y de esparcimiento. El año pasado, debido a la velocidad y a los lomos de burro -que paradójicamente han sido erigidos para obligar a los conductores a circular más despacio- un motociclista falleció en una madrugada y una pareja resultó con serias heridas al caerles literalmente encima un auto que “voló” a causa de uno de esos promontorios gigantescos.
La Aconquija, avenida de gran concentración vehicular durante la semana, tiene, además de tres semáforos en funcionamiento, algunos lomos de burro y gran cantidad de baches, deformaciones de pavimento y pérdidas de agua que obligan a una circulación lenta. De día, una multitud de agentes de tránsito controla la circulación, que tiende a embotellarse en las horas pico. Pero de noche la avenida se convierte en zona de peligro. Está muy mal iluminada, no hay controles y las irregularidades del pavimento dan lugar a sorpresas para los conductores y a maniobras inesperadas. Allí la violación al límite de velocidad de 60 km/h es frecuente. Además, en alguno de los tres accidentes de este fin de semana -un auto que chocó contra un árbol y destrozó una garita a la altura del 900; otro que “se subió” al reloj en Aconquija y Lobo de la Vega y otro que quedó abollado sobre la platabanda frente al Shopping del Solar- es probable que haya intervenido el alcohol.
La respuesta de las autoridades ha sido anunciar que se querellaría al conductor que destrozó la garita por daños a la propiedad municipal; no hubo referencia al problema de la alta velocidad, que ha dado que hablar en otras ocasiones, como ha sido el accidente de hace dos años en que una estudiante de Medicina fue atropellada por un vehículo que circulaba muy rápido y cuyo conductor, que se dio a la fuga, fue posteriormente detenido. La velocidad, sin embargo, ha sido motivo de disquisiciones a mediados del año pasado, a propósito de la avenida Perón, donde las autoridades estudiaron la circulación y concluyeron que muy pocos de los conductores respetaban la máxima. Anunciaron entonces la radarización de la avenida con una campaña previa de concientización para automovilistas. Nada se ha hecho hasta ahora.
La intensa circulación de la Ciudad Jardín, que tiene movimiento de día y de noche, exige respuestas que generen prevención. Estudiar los lugares donde se producen accidentes, dónde se circula a más velocidad y dónde se producen nudos de conflicto. También, analizar los motivos por los que los lomos de burro no han resultado efectivos y encontrar la forma de hacerlos funcionales, acaso con pintura pavimental, luces y cartelería de advertencia. También se podría disponer equipos de tránsito nocturnos y controles de alcoholemia en fines de semana. Todo esto, mientras se busca, con otros municipios y la provincia, el modo de hacer efectiva la tarea impuesta en 2008 por la Agencia Nacional de Tránsito con el carnet por puntos, con el fin de generalizar la responsabilidad del conductor en la circulación, más allá del rigor del control de las autoridades.